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22 abril, 2020

La normalización del Narco en la Economía Formal

Por Carlos Coronel

El presente artículo de opinión se publicó también en el portal de Julio Astillero, Periodismo con Credibilidad: https://julioastillero.com/la-normalizacion-del-narco-en-la-economia-formal-autor-jose-carlos-coronel-romero/

El tráfico de sustancias o “Narco” como es popularmente conocido en México, constituye uno de los fenómenos más preocupantes en la actualidad, no solo por su potencial de violencia sino por su progresiva integración a la dinámica cotidiana de las comunidades. Esta “narco-normalización” es posible debido a la ambigüedad del fenómeno y su constante exposición mediática, las inconsistencias en la valoración sociocultural de personajes y eventos (héroes/villanos) y la colusión evidente entre autoridades gubernamentales y carteles de la droga, no solo en países productores y de trasiego (Colombia, México) sino también en países consumidores (Estados Unidos). Así, mientras en las últimas dos décadas gobiernos y sociedades han luchado por entender, explicar y erradicar el fenómeno del Narco, este, al contrario, ha tornado más sutil, más dinámico y sofisticado de lo esperado, de forma tal que sus efectos apenas comienzan a entenderse.

Estereotipo vs Realidad

Desde una perspectiva superficial e incluso folclórica, el carácter ambiguo del Narco y la consiguiente complejidad de su rol sociocultural puede ser entendida a través de los narco-corridos, que posteriormente derivan a otras manifestaciones como las narco-series. En ambas manifestaciones se exacerban diversas cualidades del narcotraficante protagonista (sea un personaje real o indefinido) tales como su inteligencia, audacia, valentía, coraje, sentido de justicia, visión de negocios, superioridad, liderazgo, el temor que genera en sus enemigos/competidores, ambición, logro de objetivos e incluso potencia sexual. Esta sobre estimulación simbólica, potenciada hoy día por la conectividad digital, redes sociales virtuales y la popularización de los servicios de “streaming”, tiende a situar al narcotraficante y su mundo en un terreno ambiguo, estereotípico, en donde el personaje deambula entre la admiración y el reconocimiento social y la persecución y condena. Así, mientras la sociedad lucha por situar al Narco en el rol de héroe o villano, el negocio crece y el entramado avanza lenta y sigilosamente a través de la columna vertebral del sistema: el dinero.

El Narco, a pesar de ser ilegal, no deja de ser una empresa, siendo uno de sus objetivos fundamentales la generación de dividendos para sus miembros a través de la producción, comercialización y distribución de productos/servicios. En este sentido, según el gobierno de Colombia el negocio del Narco generó ganancias por el equivalente al 2% y 5% del PIB de este país durante 2016 y 2017, respectivamente. En México, según cifras de la UNAM el negocio del Narco genera 600 mil millones de pesos anuales, aproximadamente un 2% del PIB mexicano. Estas cuantiosas sumas no deben ser entendidas en aislado, es decir como dinero “sucio” que esta por fuera de los canales de la economía formal sino, de hecho, como todo lo contrario, o sea como un capital que, aunque ilegal al inicio, tenderá a convertirse en moneda legal de una forma u otra, gracias a las numerosas técnicas de lavado disponibles.

Remesas: el camino a la legalidad

En su libro “Narcos Gringos” el periodista Jesús Esquivel describe las diversas aristas criminales/ilegales que forman parte del entramado del negocio del narcotráfico desde los Estados Unidos, quienes, siendo un país primariamente consumidor, cuentan con una red especializada para el trasiego, distribución y venta de sustancias ilegales dentro de los Estados Unidos, así como para el blanqueo de capitales y su posterior envío a los países de origen de los cargamentos, donde son recibidos de forma “legal” por los carteles, sus inversores y sus testaferros e incorporados a la economía formal, cerrando así el ciclo. De esta forma, aunque las estrategias para lavado y blanqueo de capitales son numerosas, las remesas de connacionales mexicanos en Estados Unidos constituyen una opción de gran interés, debido a diversas razones, tales como el incremento exponencial en las remesas durante los últimos 30 años, el comportamiento de los flujos migratorios de mexicanos hacia Estados Unidos, la disponibilidad de múltiples medios para el envío de dinero desde el año 2001 (la mayoría electrónicos y difíciles de rastrear), los mecanismos de gobierno entre México y Estados Unidos para facilitar el flujo de remesas y el papel “cuasi-heroico”de los mexicanos en Estados Unidos (entendido este como el personaje estoico que huye heroicamente de su país para ganarse la vida en otro lado y enviar, religiosamente, la mayor parte de sus recursos a su país de origen), y su contribución a la economía mexicana a través de las remesas, lo cual genera un bajo perfil para la sospecha de actividades ilícitas.

¿Más mexicanos jalamos más parejo?

En los últimos 20 años, la población nacida en México que habita en Estados Unidos (lo cual se conoce como 1a Generación) ha crecido de forma dinámica y constante, al menos hasta el 2007. Así, según cifras del INEGI se calcula que en 1990 existían 4.4 millones de mexicanos de 1a generación en Estados Unidos cifra que se duplicó para el año 2000, cuando 9.3 millones reportaron su residencia en el país del norte. A partir de los acontecimientos de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el flujo de migración mexicana se vio moderadamente afectado, pasando de 9.3 millones en el año 2000 a 11.9 millones en 2007. Esta cifra se ha mantenido prácticamente estable durante los últimos 12 años, de tal forma que actualmente se calcula que 12 millones de personas nacidas en México residen en Estados Unidos, acompañados de aproximadamente 33 millones de condescendientes, sumando un total de 45- 50 millones.En paralelo, el envío de remesas provenientes de mexicanos en Estados Unidos creció sustancialmente, aunque a un ritmo que pareciera escasamente explicado por el mero crecimiento de los flujos migratorios. En este sentido, el Banxico estima que las remesas de connacionales han ido de $2,494 millones de dólares en 1990 a $26,970 millones en 2018, observándose un mayor crecimiento durante la década de 2000 a 2010. Aunque el mismo Banxico y otras instituciones financieras han tratado de explicar este fenómeno con base en el crecimiento de mexicanos en el país vecino, este último parece explicar solo parcialmente la cantidad de dinero entrante en forma de remesas, abriendo el escenario para otras hipótesis plausibles.

Flexibilización de envíos

A partir del ano 2003, los gobiernos de México y Estados Unidos, a través del Banxico y la Reserva Federal respectivamente, pusieron en marcha el Programa FedAch (Federal Automated Clearing House), siendo su principal objetivo el flexibilizar el flujo de remesas entre ambos países mediante la conexión del sistema de pagos de ambas entidades, garantizando a la vez bajas comisiones (4.4% en promedio). Aunado al crecimiento de las tecnologías de la información disponibles y la expansión del comercio digital, el Programa FedAch y sus consiguientes repercusiones generaron un mosaico de opciones para enviar y recibir dinero entre Estados Unidos y México. Así, aunque este fenómeno ofrece una explicación alternativa respecto al aumento exponencial en las remesas, también abre la puerta a un mercado ilícito de lavado de dinero, debido a que las numerosas opciones de envío de dinero son anónimas y difíciles/imposibles de rastrear, siempre y cuando no excedan ciertas cantidades (entre $3 mil y $10 mil dólares estadounidenses). Asimismo, y alimentando la justificada suspicacia mexicana, programas como FedArch impulsaron la creación de iniciativas desde secretarías de gobierno tales como el programa “3×1 para migrantes”, encabezado por la entonces controversial SEDESOL hoy día Secretaría del Bienestar. Dicho programa (actualmente vigente) esta enfocado en la captación de remesas de mexicanos que busquen invertir en proyectos de infraestructura y mejoramiento de sus comunidades de origen; se involucran los tres niveles de gobierno, Federal, Estatal y Municipal y cada uno de ellos aporta el 25% del total de la obra, mientras el 25% restante es aportado por el mexicano(a) residente en Estados Unidos. Así, aunque en primera instancia estos mecanismos de flexibilización y captación de remesas parecieran favorecer el intercambio económico entre los dos países (explicando a la vez el aumento en las remesas) al mismo tiempo constituyen un escenario propicio para el blanqueo de capitales a pequeña y gran escala.

Narco Transferencias

Como ya se ha discutido, la enorme cantidad de dinero generada por actividades relativas al tráfico de drogas, no puede ser entendida en aislado sino como parte de la economía formal. De una forma u otra, los capitales encontrarán la forma de ser lavados; y aunque es seguro que algunos decomisos ocurrirán en el camino, la mayor parte de las ganancias serán “purificadas” e integradas al mercado formal de la economía. Así, en un contexto conuna gran cantidad de mexicanos residentes en Estados Unidos, multiplicidad de medios de envío de dinero anónimos, un pujante mercado de drogas ilícitas con crecientes necesidades de blanqueo de capitales y el bajo perfil del mexicano migrante “cuasi-heroico”, el uso de las remesas como mecanismo de lavado de dinero es sumamente plausible.Esto es algo bien conocido por agencias de investigación e incluso publicado en reportajes periodísticos y es denominado el sistema “embudo”. En dicho sistema un Broker (una especie de coordinador de la distribución y venta de droga proveniente de México en Estados Unidos) crea 40 o 50 cuentas distintas a nombre de diferentes personas. Cada persona deposita cantidades inferiores a los $10 mil dólares, que es el límite establecido por el departamento del tesoro para operaciones bancarias que no requieren justificación específica, por lo que son anónimas y difíciles de rastrear. Días después de los depósitos, estas cantidades ya “legalizadas” son enviadas en forma de” remesas” a México y/o retiradas e invertidas como dinero legal en Estados Unidos. Asimismo, gracias a la flexibilidad en métodos electrónicos de transferencia, estas cantidades pueden ser enviadas directamente de Estados Unidos a México sin pasar por el sistema financiero/bancario formal, siempre en cantidades discretas y proviniendo de distintas fuentes sin conexión aparente ni posibilidad de rastreo. Lo anterior puede ser teóricamente confirmado gracias a las aportaciones de Alejandro Canales, académico de la Universidad de Guadalajara, quien tratando de explicar el aumento exponencial de las remesas en las últimas décadas compara las cifras de remesas anuales reportadas por el Banxico contra los ingresos provenientes de remesas reportados en la ENIGH (Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares), publicada anualmente por el INEGI. De forma preliminar, el resultado anticiparía un aumento en los ingresos/número de hogares reportados en la ENIGH con base en el aumento sustancial de remesas. No obstante, esto no es así. Por ejemplo, entre el año 2000 y 2005, mientras las remesas aumentaron cerca del 270% el número de hogares que reportó ingresos por esta vía solo aumento en un 30%. Similarmente, el promedio de ingresos reportados en este mismo periodo permaneció prácticamente igual, rondado los $3 mil pesos mensuales por hogar. No parece existir explicación simple para el origen y destino de estas cantidades, lo cual, en un contexto como el mexicano, abre la puerta a un sinfín de variables entre las que destacan los capitales provenientes de actividades ilícitas, cobijados bajo la corrupción gubernamental e institucional e incluso implicando la participación directa de actores públicos como narco-inversionistas.

Los verdaderos Capos

En su libro recientemente publicado, titulado “El Traidor”, la periodista Anabel Hernández ofrece un retrato de cuerpo entero del cartel de Sinaloa y sus operaciones, como uno de los principales distribuidores de narcóticos en el mundo. El cartel, comandado por Ismael “El Mayo” Zambada, tiene una doble función: la venta directa de narcóticos en Estados Unidos y la comercialización de la droga desde sus centros de distribución en México a aquellos actores que deseen invertir en ello. Según se estima, el cartel vende de forma directa en Estados Unidos el 20% de la mercancía mientras comercializa el 80% restante desde México, y a la vez, ofrece los servicios de trasiego, venta, y lavado de capitales, con sus respectivos honorarios por separado. Así, cualquier persona con suficiente dinero puede recurrir al cartel y su lucrativo negocio para invertir y blanquear su dinero, obteniendo rendimientos sumamente superiores a cualquier otro ofrecido en el mercado legal. Esto incluye a empresarios, políticos, y demás personajes públicos quienes pueden tener acceso a fuertes sumas de dinero de forma relativamente cotidiana. En este escenario, es fácil imaginar a un funcionario mexicano, digamos de la extinta SEDESOL, desviando fuertes cantidades de las arcas públicas, que a su vez son invertidas en cargamentos de cocaína. Ya ejecutado el negocio, dichas cantidades vuelven de forma progresiva en forma de remesas, imposibles de rastrear; así, el dinero “limpio” queda listo para ser invertido en infraestructura, proyectos empresariales, programas de gobierno, campañas políticas, inmuebles y muchos otros.Es difícil determinar en qué medida México está construido con dinero del narcotráfico y cuanto a su vez representa para el mundo entero, envuelto todo en una mentira. Quizá, esta sea la única forma de mantener la máxima liberal que hemos consumido desde hace ya más de dos siglos: “Un crecimiento perpetuo en un planeta finito”. Parece pues que la obsesión capitalista de un PIB creciendo cada año de forma indefinida solo puede alcanzarse cuando se integran a la economía formal aquellas facetas de las sociedades humanas que mas nos avergüenzan (drogas, secuestro, prostitución, trata) pero que definitivamente forman parte de nosotros.La aceptación de estas verdades debe ser enfrentada cabalmente. El dinero de las remesas, además de incluir el esfuerzo legítimo de millones de mexicanos, esta también acompañado por dividendos de nuestra principal industria, el Narco; es ese dinero el que nos ha ayudado a construir la infraestructura de nuestro país en los últimos 30 años al menos. Con el pagamos la escuela de nuestros hijos, las tortillas, el metro, las cervezas del fin de semana, se reciben becas y subvenciones del gobierno, se construyen carreteras o escuelas y se pagan nóminas.Nuestro país (y el mundo) debe rastrear meticulosamente la ruta de este dinero, así como de las relaciones y complicidades entre políticos, empresarios, agencias gubernamentales, carteles, comunidades e individuos que la sustentan, tanto en México como en Estados Unidos. Es un duro reto, sin embargo, será mucho peor mientras más esperemos. La penetración del dinero del narcotráfico en la vida cotidiana de nuestra sociedad y en la economía formal apenas comienza a entenderse y, tristemente, es mucho más grave de lo que pensábamos.