Trabajar… Una pesada e improductiva carga?
¿A quién realmente le gusta su trabajo? Según el informe de la firma Gallup en 2016, el cual evalúa distintos aspectos relacionados al bienestar y la satisfacción con y en el trabajo, tan solo 13% de los trabajadores a nivel mundial experimentan motivación, pasión y satisfacción genuina con su actividad laboral.
Sin quedarse atrás, México, se ubica en el último lugar entre todas las naciones de Latinoamérica.
Por si esto fuera poco, somos el país que más horas trabaja y que al mismo tiempo es menos productivo, según los últimos informes de la OCDE… No es necesario ser un genio para saber que aquí hay un problema.
¿Maquinas o equipos de trabajo?
Pero, ¿De dónde viene todo esto? ¿Por qué somos capaces de crear tecnología digital, aeroespacial y robótica inimaginable y al mismo tiempo no encontramos la forma de hacer más llevadera la actividad a la que destinamos 1/3 de nuestra vida (al menos)?.
Hace más o menos unos 100 años, en 1911, el “brillante” Ingeniero y economista Frederick Taylor, definió a la “administración científica del trabajo” como el medio más eficiente para el logro de objetivos económico-productivos “ideales”. Este enfoque, más tarde conocido como “Taylorismo”, concibe un universo mecánico, con ritmos newtonianos de ejércitos marchando al unísono, alienados, haciendo lo mismo una y otra y otra y otra vez…causas y consecuencias precisas, un golpe aquí otro allá, una tecla aquí otra allá, disponibilidad inmediata, eficiencia perenne, siempre más, más, más…
No por nada el taylorismo es la visión teórica por excelencia de los modelos productivos “en cadena” típicos en las industrias del acero, automotriz, minería, siderúrgica y otras. En palabras simples, esta visión resume al ser humano como un organismo alienado, reactivo, capaz de responder a estímulos mecánicos, en tiempo, sin desviación y de manera estable por un periodo indeterminado, es decir una máquina.
Y a pesar de todo, seguimos siendo maquinas…
Pero el problema no solo quedo ahí, fue trasladado a otras industrias, otros sectores de la actividad laboral de las sociedades, anclándose a valores “moraloides” y una cultura colectiva en decadencia, la cual por fortuna parece estar ya muriendo. Así, y a pesar de los avances científicos, la física cuántica, la tecnología digital y de muchos otros hallazgos, parece que esta visión mecánica, repetitiva y deliberadamente exasperarte de lo que cotidianamente significa el trabajo sigue siendo aún la norma que rige nuestras tristes vidas
En los trabajos, con los compañeros, es común ver, escuchar y vivir de primera mano los efectos más devastadores de este Taylorismo moderno y decadente… personas llevando a cabo actividades repetitivas y deshumanizantes; trabajadores alienados que han olvidado su vida misma y a los cuales se les ve saliendo de sus oficinas/fabricas durante las madrugadas. Gerentes y directivos con visiones laborales obsoletas dentro organizaciones verticales donde la comunicación simplemente no es opción; jornadas de trabajo incompatibles con un espacio para la vida personal; concentración del trabajo en centros (oficinas, fabricas) generando gastos excesivos en transportación, consumo de recursos, exposición excesiva al ambiente socio laboral y a los compañeros de trabajo, y muchos, muchos otros…
Este escenario no es simple, y por supuesto no existen soluciones mágicas o inmediatas (no podemos solo culpar al gobierno ¿cierto?), pero convendría pensar un poco acerca de los medios (actuales o por inventarse) que puedan ayudarnos a aligerar la carga, o al menos un poco, en esta suerte de peregrinaje hacia una actividad laboral justa, digna, productiva y por supuesto satisfactoria.
Home Office, hacia un cambio de mentalidad
El “Home Office” u Oficina desde casa o simplemente trabajar desde casa, ha surgido como una alternativa para paliar los efectos nocivos de un modelo laboral gris, acartonado y monótono.
Esta nueva visión laboral, detonada por los numerosos avances en tecnología digital y de redes, ha ido ganando terreno en los últimos años, demostrando paulatinamente sus impactos en la calidad, bienestar y satisfacción en el trabajo.
Los beneficios de trabajar desde casa son numerosos y bien definidos:
- Permite una organización del tiempo “humanizada” para el trabajador, en la cual el trabajo se conjuga con las actividades de la vida cotidiana, dando un espacio generoso para la vida personal y al mismo tiempo promoviendo la autoeficacia en las tareas y actividades asignadas ya que la cantidad de tiempo destinada al trabajo es inversamente proporcional a la eficiencia y calidad con las que el trabajador realice sus tareas… en otras palabras a más eficiencia más tiempo libre (¿y quién no quiere tiempo libre estos días?…)
- Reduce costos de traslados, horas perdidas en el tránsito, gasto excesivo de recursos vitales para mantener oficinas y fábricas, contaminación generada por el transporte público y privado, y algunas otras barbaridades del trabajo moderno
- Promueve una actitud autodidacta y autogestora en la administración del trabajo de los empleados, asignando esta responsabilidad a ellos mismos y de paso, promoviendo estructuras organizacionales horizontales, donde la comunicación plena es pan de cada día
- Favorece la interacción con equipos de trabajo multiculturales y locales. Inclusive, cuando el enfoque laboral es mixto (casa/oficina) las relaciones sociales entre trabajadores mejoran considerablemente (como reza el viejo adagio, ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre)
Como se ha dicho, la insatisfacción laboral en México y el mundo no es un asunto fácil y el “home Office” no es una herramienta mágica, además de que no puede ser aplicada a ciertos sectores que requieren la presencia física del trabajador en sitio (al menos parcialmente); no obstante desde la perspectiva de un empleado “home office” he podido experimentar de primera mano los beneficios a la salud, la calidad de vida, las relaciones familiares y por supuesto la satisfacción y motivación en el trabajo que se derivan de este relativamente nuevo enfoque. Y aunque los medios para implementarlo sean cuantiosos en casi todos los casos, los beneficios son incalculables. Además, una gran cantidad de micro pequeñas medianas y grandes empresas en México, cuentan con los medios suficientes para implementarlo… A veces simplemente es necesario un cambio de mentalidad.
Carlos Coronel, MA PMP, ITIL